jueves, 10 de febrero de 2011

El boli de los negativos

Posiblemente todo hayan sido elogios y expresiones de encanto, felicidad y satisfacción. Estoy segura de que la mayoría de mis compañeros no habrán encontrado palabras para describir las emociones y sentimientos que les han invadido en sus primeros días de contacto directo con sus futuros discípulos.

Lamentablemente, yo no puedo decir lo mismo. Me he pasado una semana intentando conseguir que un grupo de pequeños diablillos sean capaces de prestarme atención durante cinco minutos seguidos sin llegar a dejarme las cuerdas vocales pegadas en los pupitres de la primera fila. Aviones de papel reciclado, bolígrafos, cromos y patinetes minúsculos han volado por delante de mis narices casi a diario, arrastrando a su paso todas mis ideas, proyectos y técnicas pedagógicas (mucha teoría, muchísima teoría) que llevaba preparadas para llenar de sabiduría las mentes de esos pequeños seres. Lo peor, me han contagiado un resfriado de perros que me ha tenido incrustada en la cama durante todo el fin de semana, me ha bloqueado los oídos durante cuatro días y ha terminado con mi barrita antiojeras de Christian Dior. Incluso pensé en coger un baja por depresión pero claro, era imposible, esto sólo son las prácticas!!

Después de mi segunda noche sin dormir pensando en cómo “traer al enemigo a mi terreno” me acorde de la técnica de Don Julio, mi profe de sociales. El negativito. Y decidí ponerla en práctica. “Yo no sólo os voy a evaluar lo que sabéis, también os evaluaré vuestro comportamiento. Cinco negativos equivalen a un punto menos de la nota del examen.” Dios me ha venido a ver! Funciona. Cada vez que saco “el boli de los negativos”, la clase es una tumba. Esperemos que no se le acabe la tinta al boli.